¡toma una taza de té!

Una historia zen:

Joshu, el maestro zen, preguntó a un novicio del monasterio:
-¿Te he visto antes?
El novicio le replicó:
-No, señor.
Joshu le dijo:
-Toma entonces una taza de té.

Joshu se volvió entonces hacia otro monje:
-¿Te he visto antes?
El segundo monje le contestó:
-Sí, señor; desde luego. Ya me conoce.
A lo que Joshu le respondió:
-Toma entonces una taza de té.

Más tarde, el superior que dirigía el monasterio le preguntó a Joshu:
-¿Por qué contestas a cualquier pregunta ofreciendo té?
A lo que Joshu contestó gritando:
-¡Abad! ¿Estás todavía aquí?
El superior le replicó:
-Desde luego, maestro.
Y Joshu le dijo:
-Toma entonces una taza de té.

La Tostada está Quemada

El que gobierna hombres vive en la confusión,
El que es regido por hombres vive apesadumbrado.
El Tao es por esta razón deseado,
ni para influenciar a los demás
ni ser influenciado por ellos.
La forma de aclarar la confusión y liberarse de los pesares,
es vivir con el Tao en la tierra del vacío.

Si un hombre está cruzando un río
y un bote vacío colisiona con el suyo,
incluso aunque sea un hombre de mal genio,
no se encolerizará mucho.
Pero si ve a un hombre en el otro bote,
le gritará para evitar el choque.
Y si éste desoye sus advertencias, vociferará
una y otra vez, y empezará a maldecir.
Y todo porque hay alguien en ese bote.
Así pues, si el bote hubiese estado vacío,
no hubiera gritado,
ni se hubiese encolerizado.

Si tú puedes vaciar tu propio bote
cruzando el río del mundo,
nadie se te opondrá,
ni nadie buscará hacerte daño,
El árbol recto es el primero en ser cortado,
la fuente de agua clara es la primera en ser agotada.
Si deseas ahondar en tu sabiduría
y avergonzar al ignorante,
si deseas cultivar tu personalidad para eclipsar a otros,
una luz brillará a tu alrededor
como si te hubieras tragado al sol y a la luna,
y no podrás evitar la desgracia.


Un sabio ha dicho:
“El que está satisfecho consigo mismo
ha hecho un trabajo sin valor alguno".
El éxito es el principio del fracaso,
la fama es el comienzo de la desgracia.
¿Quién puede liberarse a sí mismo
de las metas y de la fama
y descender y perderse
entre las multitudes?
El que así lo haga fluirá, como el Tao, sin ser visto,
discurrirá como la vida misma
sin nombre y sin hogar.
Simple es, sin distinciones.
A los ojos de todos aparece como un tonto.
Sus pasos no dejan huella.
No tiene poder alguno.
No alcanza nada, no tiene fama.
Puesto que no juzga a nadie,
nadie le juzga.
Así es el hombre perfecto:
su bote está vacío.

The Dhammapada

No HABLO como hombre, no hablo como mujer. No hablo como
mente. Uso la mente, pero hablo como conciencia, como testigo
consciente. Y la conciencia no es ni él ni ella, la conciencia no es ni
hombre ni mujer. Tu cuerpo tiene esa división, y también tu
mente, porque tu mente es la parte interna de tu cuerpo, y tu cuerpo
es la parte externa de tu mente. Tu cuerpo y tu mente no están
separados; son una entidad. De hecho, no es correcto hablar de
cuerpo y mente; no se debería usar «y». Eres cuerpo mente, sin siquiera
un guión entre los dos.
Por eso, al hablar del cuerpo, de la mente: «masculino», «femenino
», estas palabras son relevantes, significativas. Pero hay algo
más allá de ambos; hay algo trascendental. Ese es tu centro real,
tu ser. Ese ser consiste sólo de conciencia, es un testigo, alerta. Es
pura conciencia.
No estoy hablando aquí como hombre; si no, es imposible hablar
de la mujer. Estoy hablando como conciencia. He vivido muchas
veces en un cuerpo femenino y he vivido muchas veces en un
cuerpo masculino, lo he presenciado todo. He visto todas las casas,
he visto todas las vestimentas. Lo que te digo es la conclusión de
muchas, muchas vidas; no sólo tiene que ver con esta vida. Esta
vida es sólo la culminación de un largo peregrinaje.
Así que no me escuches como hombre o como mujer; si no, no me
estarás escuchando. Escúchame como conciencia

Vida

La vida carece de importancia en sí misma.
Sólo es significativa si eres capaz de cantar una canción a lo
Eterno, si puedes liberar un poco de fragancia divina, un poco
De eternidad: si eres capaz de convertirte en una flor de loto,
Inmortal y eterna. Si aprendes a convertirte en puro amor, si
Eres capaz de embellecer esta existencia, si puedes convertirte en
Una bendición para esta existencia, solamente entonces la vida
Tiene significado; en caso contrario, no tiene sentido.
Es como un lienzo en blanco: puedes cargar con él durante
Toda tu vida y morir aplastado bajo su peso, pero ¿para qué?
¡Pinta algo en él!
Tú has de darle significado a tu vida; ese significado no te es
Dado. Se te ha dado libertad, se te ha dado creatividad, se te
ha dado la vida, se te ha dado todo lo necesario para que le
confieras un significado. Te han sido proporcionados todos los
ingredientes esenciales para su significado, pero ese significado
no te ha sido dado. Tú has de crearlo. Tú mismo te has de
convertir en creador.
Y cuando tú mismo te conviertes en creador, participas de
Dios, formas parte de Dios.

El Sendero Del Tao

Una parábola taoísta:

Existe una estatua de Lao Tzu, el fundador del Tao.
Un joven lleva años pensando en ir a las montañas y conocer la estatua de Lao Tzu. El joven ama las palabras, la forma en que Lao Tzu ha hablado, el estilo de vida que ha llevado, pero nunca ha visto una estatua suya.
No existen templos taoístas, así que hay muy pocas estatuas y todas están en las montañas, al aire libre, talladas en la misma montaña, sin techo, sin templo, sin sacerdote, sin culto.

Pasan los años, y siempre muchas cosas se interponen. Pero una noche decide finalmente que debe ir, además el lugar no está lejos, sólo queda a cien millas de distancia, pero como él es pobre tendrá que caminar.
A media noche –elige la noche porque al estar dormidos la esposa, los hijos y la familia no se le presentará ningún problema- coge una lámpara en sus manos, pues la noche es oscura, y se aleja del pueblo.

Al salir del pueblo y dirigirse al primer mojón, surge en él un pensamiento:

“¡Por Dios, cien millas, y sólo tengo dos pies! Esto me va a matar.
Estoy pidiendo lo imposible. Nunca he caminado cien millas, y no hay carretera…”.
El camino es estrecho, de montaña, sólo para caminantes y también peligroso, así que piensa: “Vale la pena esperar a que amanezca. Al menos habrá luz y veré mejor; de otro modo me despeñaré en algún punto de este estrecho sendero y desapareceré sin ver la estatua de Lao Tzu; sería el final, simplemente. ¿De qué sirve suicidarse?”.

Estaba en esas, sentado a las afueras del pueblo, cuando se le acercó un anciano a la salida del sol. Vio al joven sentado y le preguntó:
-¿Qué estás haciendo aquí?
El joven se lo explicó.
El anciano rió. Dijo:
-¿No has escuchado el viejo refrán? Nadie es capaz de dar dos pasos al mismo tiempo. Sólo puedes dar un paso a la vez: los poderosos, los débiles, los jóvenes, los viejos; no importa. Y el refrán continúa: “solamente paso a paso puede un hombre recorrer diez mil millas”, ¡y este camino sólo tiene cien! No seas estúpido.
Además, ¿quién te está diciendo que sigas sin parar? Puedes tomarte tu tiempo.
Éste es uno de los valles más hermosos y ésta es una de las más hermosas montañas, y los árboles están llenos de frutos, frutos que a lo mejor ni siquiera has probado. De todas maneras, yo me dirijo allí. Puedes venir conmigo.
He hecho este camino miles de veces; además tengo por lo menos cuatro veces tu edad. ¡Levántate!

El anciano era muy autoritario. Cuando dijo: “¡Levántate!”, el joven simplemente se puso en pie, además;
-Dame tus cosas. Eres joven, inexperto; cargaré con tus cosas. Tú sólo sígueme y ya descansaremos tanto como quieras. Y lo que había dicho el anciano era verdad. En cuanto se adentraron más profundamente en el bosque y las montañas, todo se fue volviendo más y más hermoso. Y las frutas eran silvestres, jugosas. Además, iban descansando: cada vez que el joven deseaba detenerse, el anciano accedía. Le sorprendía que el anciano nunca dijera que era hora de descansar. Pero, cada vez que el joven decía que era hora de descansar, el anciano esta dispuesto a hacerlo: descansaban un día o dos y luego retomaban la ruta.

De esta forma recorrieron sin problemas las cien millas y llegaron al final del sendero; entonces tuvieron acceso a una de las estatuas más hermosas de uno de los hombres más grandes que ha caminado sobre la tierra. Incluso su estatua tenía algo; no era sólo una pieza de arte. Había sido creada por artistas taoístas para representar el espíritu del Tao.

El Tao cree en la filosofía del dejarse llevar. Cree que tú no tienes que nadar sino flotar en el río, simplemente debes permitir que el río te lleve a donde va, porque cada río llega finalmente al océano. Así que no te preocupes; llegarás al océano. No hay necesidad de estar tenso.

En aquel lugar solitario se alzaba la estatua y, precisamente junto a ella había una cascada, pues al Tao se le llama el camino de la corriente de agua. Tal como el agua, sigue y sigue fluyendo sin manuales, sin mapas, sin reglas, sin disciplina… pero de una forma un tanto extraña, muy humildemente, porque siempre está buscando la posición más baja en todas partes. Nunca va cuesta arriba. Siempre va cuesta abajo, pero llega al océano, a su propio origen.

Toda la atmósfera del lugar era representativa de la idea taoísta del dejarse llevar. El anciano dijo:
-Ahora empieza el recorrido.
El joven dijo:
-¿Qué? Pero si yo creía que después de caminar estas cien millas la ruta había terminado.
-Así es precisamente como los maestros han estado hablando a la gente –contestó el anciano-. Pero la realidad es ahora: desde este punto, desde esta atmósfera, comienza una ruta de mil y una millas. Y no te voy a engañar, porque después de mil y una millas te encontrarás con otro anciano, posiblemente yo, que te dirá:

“Ésta es sólo una parada, continúa”.

El mensaje indica continuar.
El recorrido mismo es la meta.
Es infinito. Es eterno.